HERNAN OLIVA - El paso del tigre




Ese hombre bajo y regordete ha sentado su violín en la vereda. Carga 74 años en las ojeras y pasea la música por las calles, esperando que alguna mano le arroje unas monedas. Ha transitado la noche sin suerte. Ya casi nadie lo recuerda. El frío ha comenzado peligrosamente a perforarle los remiendos del alma. Es de madrugada. Está en el barrio de La Boca, a dos metros de La Bombonera, cuando el bastón se quiebra, el violín cae y destapa Polvo de estrellas en las nieblas del Riachuelo. Es 17 de junio de 1988. Hernán Oliva se acuna ya en el silencio para siempre.
'Mi vida es simple y la puedo resumir así: yo, el violín y el violinista'. Bastó que el adolescente Oliva escuchara un disco del gran Joe Venuti para que supiera cuál era su camino. Había visto la luz en Valparaíso (Chile) el 4 de julio de 1913. 'Mi madre Laura era una mujer chapada a la antigua y se dedicaba a las tareas de la casa. Aníbal, mi padre, era corredor de bolsa y aficionado a los burros. Pero la vocación me la fomentó mi mamá, a quien le gustaba la música. El primer juguete que tuve fue un violín chiquitito; supongo que ahí empezó todo. Recuerdo que lo salvé de un incendio cuando se quemó nuestra casa'.
A trompadas
El 24 de abril de 1935 llega a Mendoza. Se ofrece en Radio Cuyo como intérprete de jazz, pero le piden que toque un tango que, sin saberlo, pintará su destino. Con Alma de bohemio consigue su primer trabajo. Recala luego en Buenos Aires y la orquesta de René Cóspito lo convoca. 1940. En la boîte Chaumière abraza su violín al piano del Mono Villegas. 'El para mí fue una escuela. Si uno no aprendía con Enrique Villegas, no aprendía más'. Con Oscar Alemán la historia termina mal. 'Estuve un tiempo en su orquesta, pero no lo aguanté. El embolsaba 6 mil pesos y nosotros $400. No podía ser. Nos agarramos a trompadas una noche en Punta del Este porque se le ocurrió decir ante el público que él era lo más genial de la orquesta'.
1958. Se trepa a un barco que va a Nueva York. 'Me hubiera gustado ir con más frecuencia a Estados Unidos, pero nunca viviría allí. Los norteamericanos viven para ellos, es otra cosa, otra vida. Yo prefiero esto, lógico'. En los carnavales del club Independiente conoce a Sara, su esposa. Tienen tres hijos. 'Siempre me he ganado el peso tocando el violín. Mi vida económica no ha sido muy buena, qué le vamos a hacer. Para mí la música representa una válvula de escape. Me gustaría llegar a tocar muy bien, aún me falta mucho. El violín requiere práctica constante porque la gente está esperando que uno se equivoque y no voy a darle con el gusto. El mayor estímulo cuando toco, es que la gente me escuche, que no hable. Cuando toco no pienso en nada ni en nadie, pienso que las notas tienen que salir al aire con ideas nuevas. Un tema se desarrolla como un pescado o un pollo: hay que alimentarlo de una forma o de otra hasta que madure'.
Una sola pasión
En Holanda sostienen que Oliva es el mayor violinista de jazz del mundo. Boliches de la calle Corrientes, el Viejo almacén, la Richmond, Jazz & Pop conocen de la magia sobre las cuatro cuerdas. El tango es un sentimiento que se sacude en Malena, El entrerriano, Amurado, Silbando... Mito García lo acompaña en piano. 'Pero todavía no me siento identificado con el tango. No se puede tener dos pasiones a la vez. Soy músico de jazz y al jazz he consagrado mi vida y trato de tocarlo lo mejor posible'.
Los discos le dejan gratos elogios, pero Hernán tiene alma de bohemio. 'Salgo temprano a visitar los boliches para preguntar a los dueños si a la noche va a haber trabajo. Yo solito me procuro el trabajo y me ayudo a conseguir un peso más. Todos los días lo mismo. El drama mayor de mi vida no es el dinero, sino la falta de trabajo. Con trabajo se tiene dinero, lógico... En este país realmente no reconocen a nadie'. Una vez más, Hernán ha salido a encontrar la esperanza en cada calle. Esa madrugada de junio, su violín tocará para la muerte. Al día siguiente, los diarios lo buscarán en el olvido. Pero será demasiado tarde
texto Roberto Espinoza 19/04/2002




Hernán Oliva - Violín
Eduardo Ravera - Primera guitarra
Carlos Zaragoza - Guitarra rítmica
Adrián Macri - Gutirra rítmica
Claudio Rapoport - Bajo
Lp SL - 10-510 Discos Redondel Grabado en Estudios Ion
01 - Todo de mí (Simmons - Marks)
02 - Fuera de la nada (Heyman - Green)
03 - Salón rosado (Williams - Hickman)
04 - Polvo de estrellas (Carmichael)
05 - El paso del tigre (La Rocca)
06 - Brillo (Mack - Brown - Dabney)
07 - Dinah (Askt - Lewis - Young)
08 - No puedo darte más que amor, nena (Fields - Mc Hugh)
09 - Noche y día (Cole Porter)
10 - Mi cielo azul (Donaldson - Whiting)

Comentarios

Excelente el comentario sobre Hernán Oliva y el disco al que haces referencia es impresionante. Un abrazo. Waldo Fonseca. Hot Club de Boedo.
Anónimo dijo…
Da gusto saber que todavía quedan personas sensibles que reconocen la calidad indiscutible de este Grande del Jazz. gracias por compartir

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